ESCUELA DE
OFICIALES DE LA POLICÍA NACIONAL DEL PERÚ
INFORME DE LECTURA
N° 5
LÓGICA
CASO: “Calígula”
APELLIDOS Y NOMBRES: C1 PNP Quispe Ancana Jairo Jesús
Año: 1° Sección:"A" N° de Orden: 39 Fecha: 12NOV2013
Catedrático: Mag. Dante Hurtado Saravia
I. PRESENTACIÓN DEL CASO:
Nacidos
en hogares de buena familia y luciendo apellidos de abolengo, dos jóvenes
pasaron de ser indiscutibles monarcas de las discotecas de moda a traficantes
de baja ralea y extorsionadores. Su vida de lujos mal habidos, autos deportivos
y chicas bonitas acabó de pronto de cuatro balazos. La alta sociedad limeña se
sobrecogió en ese instante. Varios de sus hijos e hijas estaban involucrados
con la pareja. Tras los disparos vino la confusión y el silencio. Aquí damos todas
las pistas que podrán conducir a develar el misterio de aquellas muertes.-
¡Carajo! -aulló Jano cuando se enteró de la noticia.Una mueca le torció la cara
tras el rugido seco y acezante. Hasta pudo oír los seis disparos saliendo por
el cañón del revólver Smith Wesson calibre 38. Era el mismo ruido que oía con
frecuencia en su casa de Los Pulpos cuando armaba sus jaranas. En la cúspide de
las borracheras y las malogradas, él y sus amigotes apuntaban con su revólver a
un bull y pum, tiraban del gatillo.Estaba parado ahora en la puerta de la casa
del muerto. Giuliana Abuci lo miraba con los ojos rojos por el llanto. Eran las
8 de la mañana de un abochornado 14 de febrero de 1992. Calígula y el Chato
eran, en esos momentos, dos cuerpos tendidos en la morgue que la policía miraba
con polar curiosidad de detectives. Dos disparos en la cabeza de Fernando de
Romaña Azalde, Calígula, y dos en la cabeza de Julio César Domínguez Marsano,
el Chato. Pintones, malandrines, muertos.Los habían recogido la noche anterior a
la altura del kilómetro 17 de la carretera que conduce a Cieneguilla, entre
cerros pelados y escasa vegetación. El Chato estaba dentro de un Toyota que
hacía unas horas había alquilado con su amigo. El auto se hallaba entre las
calles Los Frutales y Las Pecanas, cerca de la clínica Montefiori. Tenía un
cristal agujereado y uno de los disparos le había vaciado el ojo
izquierdo.Calígula yacía tirado un poco más allá, exánime, en la carretera a
Cieneguilla. Estaba con los brazos y las piernas extendidas, como una hélice
averiada. En la cabeza tenía dos orificios de bala, que habían desfigurado el
varonil rostro que hacía estragos entre las chicas de buena familia que acudían
a las discotecas de moda de la ciudad.- Voy a entrar -dijo Jano, tras vacilar
un momento. Tenía el rostro pálido.En el departamento de Fernando estaban la
madre y la hermana del muchacho muerto, con una amiga del finado, Julia
Valdivia Juárez. Jano entró muy nervioso y saludó rápidamente a las mujeres.
Luego se puso a revolver el departamento, excitado. Giulianna Abuci, que había
entrado detrás de Jano, vio que buscaba algo en unas agendas y las tachaba
enérgicamente. Se dio cuenta que estaba borrando su nombre.De pronto, cogió dos
libretas de apuntes, una con tapa marrón, y se las guardó.- Me llevo estas
libretas -musitó-. Voy a cobrar las cuentas de Fernando. Después les cuento.Las
mujeres vieron luego a Jano en el velorio de Fernando, en la iglesia Virgen del
Pilar, en San Isidro. Giulianna de Romaña, la hermana de Calígula, recordó
después que en algún momento de ese día Jano le confesó que había perdido su
revólver, una Smith Wesson calibre 38, durante un choque en la playa Punta
Hermosa.Otra de las mujeres de aquella vez mencionó también que Jano se había
llevado del departamento 14 videocasetes, pero la versión no fue corroborada.
Ulteriormente no se pudo hallar una cosa ni la otra. Misterio total.Nunca más
lo vieron, hasta que lo atrapó la policía, más de un año después. Ese día Jano,
Alejandro Gonzales Ramírez para su libreta electoral, negó todo lo ocurrido.
Pero tanto la chica Abuci como Giuliana de Romaña aseguraron que Jano había
estado en el departamento del muerto al otro día de la tragedia y que se había
llevado las libretas.Cuando lo confrontaron con la hermana de Calígula, Jano volvió
a negarlo todo y se limitó a sonreír flemáticamente. A los detectives les
pareció que el tipo era un cínico.***Fernando era un gigoló. Atlético, guapo,
con buena labia, siempre vestido con ropa de marca. Las chicas enloquecían
cuando él las galanteaba. Se podía decir que casi vivía de noche, trasegando
las discotecas más caras de Lima: Sexes, Keops, Amadeus. Siempre estaba
acompañado de bellísimas adolescentes, todas chicas de buena familia, que
residían en barrios exclusivos, viviendo al máximo.Parte de su atractivo era su
manera de gastar dinero, lo que hacía como si fuese un jeque árabe cuando
apenas tenía 24 años. El decía que se ganaba la vida vendiendo autos usados,
pero la policía no halló ninguna pista de que esto fuese verdad. En cambio, tras
su asesinato, sus amigos y amigas fueron desembrollando el asunto: Calígula,
sobrenombre que se había ganado por sus proezas amatorias y su impar obsesión
por las películas de porno duro, en algunas oportunidades había sido visto
vendiendo paquetitos de cocaína en las discotecas que frecuentaba. También
alardeaba de otras hazañas igualmente fuera de la legalidad.La que más se
propagó durante las investigaciones fue que Calígula no sólo se dedicaba a
distraerse con las chicas en las discotecas. Se supo que cuando la noche hervía
en fervores, tragos y música a todo volumen, les ponía pastillas de Qualude en
sus vasos y las adormecía. Cuando perdían el control, se las llevaba a un
departamento del parque Tradiciones en Miraflores, donde lo esperaban otros amigotes,
y propiciaba orgías romanas. Y todo lo filmaba minuciosamente.Los videos, se
dijo, eran convenientemente mostrados a los padres de las chicas. Estos, presos
de la desesperación y buscando evitar el escándalo, 'compraban' las cintas
filmadas. Deben haber sido las películas caseras más caras de Lima y toda
Sudamérica. Sin embargo, nunca se pudo hallar video alguno.Sandra (así la
llamaremos), una de las chicas del grupo de Calígula y el Chato, recuerda esto
perfectamente. Es alta, muy guapa, pero sigue asustada. Por eso se fue a vivir
para siempre a algún lugar de Miami. Para ella hay mucha gente peligrosa suelta
que sigue así porque toda la investigación se enredó. Aún le guarda cierto
cariño a Fernando, 'Cali' le llama ella, y se acuerda de él como un tipo muy
dulce y bueno con los que quería "pero con los otros era un hijo de
puta"; que mantenía a su madre y sus hermanos y que por tanto ellos jamás
le hacían preguntas incómodas. Y que tenía un hijo llamado igual que él, con
"una chica tranquila" llamada Marilú 'Milú' Muente, y una camioneta
blanca de doble cabina equipada a full.Sandra, sin embargo, también conoce lo
que ahora quisiera no haber sabido jamás. Sabe lo de las chicas y los videos
porque todos hablaban de eso en el grupo, que Cali siempre paraba con una
muchacha distinta y que las enamoradas, a lo más, le duraban un mes. En una de
esas dispendiosas noches de discotecas, se enteró que también salía con una
mujer casada y de encumbrada posición social; que mientras el marido lo
amenazaba, la mujer le entregaba su amor y pródigas sumas de dinero.Sandra
alguna vez también vio que Cali y el Chato vendían pequeños alijos de coca en
Sexes, Keops y en el Mediterráneo Beach de Punta Hermosa. "Todas las
chiquillas que paraban con él la probaban -recuerda-, pero a ellos jamás los vi
'duros'; eso porque los buenos paqueteros jamás consumen su producto".
Pero allí no acababa el trasiego de la droga.Según Sandra, y esto también lo
sabían los detectives que estuvieron a cargo del caso, Calígula y sus amigos se
dedicaban a una inusual exportación de champú. Cali mismo se lo contó en una
oportunidad. "¿Sabes cómo la movían? -dice-; ponían la coca en el champú y
este se ponía verde, pero al calentarse en la tapa de una olla sobre agua
caliente se transformaba en coca blanca. No sé cómo lo hacían; la tecnología,
pues". Sandra también les oyó contar que metían el polvo blanco en los
dedos de guantes quirúrgicos, que los ataban como bolitas y los metían a los
frascos de champú. Eso era para enviar la droga al extranjero, aunque ella
desconoce como trasladaban los frascos.Calígula provenía de una familia de
clase media empobrecida. Fernando contaba que quien lo crió fue su tía
Emperatriz, hermana de su madre, que lo adoraba, lo mimaba y le daba de todo.
No era muy dado a los estudios y terminó la secundaria accidentamente en el
colegio San Jorge de Miraflores, a los 19 años. Ya desde esa época era conocido
por su afición a las artes marciales y era un vehemente cultor del Tae Kwan Do
y del boxeo tailandés.Algunos recuerdan que por entonces, en compañía de un
grupito de amigotes, casi por distraerse, robaba tocacasetes, llantas de
repuesto y otras autopartes, para pagarse sus primeras juergas. En esas noches
de parranda interminable comenzó a inmiscuirse en el mercadeo de la droga. De
Romaña, así, de pituco maleado con apellido aristocrático, caminaba a
convertirse en un núbil hampón de ambigua elegancia. Aceleradamente, también,
se dirigía a su destrucción.***Julio César Domínguez era amigo de Calígula
desde la infancia, del barrio de San Antonio. Eran inseparables. El Chato, así
le decían los amigos, también era un denodado practicante de artes marciales.
Junto a Calígula eran un par de peleadores de temer, pero raras veces
protagonizaban grescas descomunales; les bastaba la bravuconada.Los
contrincantes, en vista de sus categóricas aptitudes para trompearse,
escaseaban. Pero los enemigos les sobraban. Solo por si acaso también,
usualmente andaban armados. Alguien recuerda, incluso, haber visto a Calígula
en una noche de desvarío y discoteca sacar una minimetralleta Uzi y balancearla
amenazadoramente. Los que estaban cerca quedaron aterrados.Quizá en un afán
emulatorio, el Chato se esmeraba en copiar los ademanes y posturas de su
compinche. También era separado; tenía una hija con Cecilia Montagne, una chica
que se apartó de él al descubrir su aviesa catadura. Todos coinciden en señalar
que era una joven tranquila. Ella fue la que le dio a su ex el departamento del
parque Tradiciones, para que lo vendiera o alquilara; en vez de eso, con
Calígula lo usaron como improvisado set para filmar los videos con que
chantajeaban a sus víctimas.Estaba de amores con Pamela Aninat, una muchacha de
porte anoréxico y con el cabello estridentemente teñido de rubio, española de
nacimiento pero nacionalizada chilena, a quien había conocido en una discoteca.
Se les veía usualmente juntos, paseando en el Mazda gris de cristales
polarizados y full equipo que el Chato manejaba. Y como su amigo, también salía
con una mujer casada que tenía un hijo llamado Diego, de quien sus amigos se
burlaban porque se parecía a un duende. Como no hay dos casualidades que
caminen juntas, la amante del Chato también tenía dinero y un esposo furibundo
que veía cómo menguaba su cuenta bancaria en beneficio del otro.Con ellos dos
andaba otro malandrín de no pocos méritos. Este era Luis Manarelli Rachitoff,
quizá el más violento de los tres, bravucón, insolente, que tenía un largo
romance con las comisarías y los autos deportivos. No tenía oficio conocido
aunque algunas veces apareció haciendo comerciales para la televisión. Había
estado hasta en dos oportunidades como involuntario inquilino del penal San
Pedro, tras ser detenido por habérsele encontrado un paquete de clorhidrato de
cocaína.También estuvo involucrado en un oscuro incidente. En agosto de 1991,
luego de un aparatoso accidente automovilístico, desbarrancó su automóvil por
una pendiente de unos ochenta metros en la carretera que lleva a Cieneguilla,
en fatal augurio. Producto de ese percance murió su acompañante, Manuela
Barredo Vargas, enamorada suya, de quien el grupete de las discotecas
sospechaba que estaba en la misma condición de las amantes de sus dos amigos:
casada, con dinero y obstinados ataques de generosidad.Aquella vez, Manarelli,
asustado por el fatal percance, hizo lo de otras veces: ir a pedirle ayuda a
Calígula. Por eso ambos fueron a sentar la denuncia policial de lo ocurrido. El
fiscal que investigó el incidente pidió entonces un año de prisión para
Manarelli, acusándolo de homicidio culposo. Lo salvaron, providencialmente, las
declaraciones de una testigo que los había acompañado en el auto el día del
accidente, Liliana Deville. Ella confirmó lo dicho por el acusado, que un
camión en sentido contrario lo obligó a hacer una maniobra peligrosa y que por
eso rodaron por la pendiente, pero que Lucho había llevado prestamente a la
herida a la Clínica Tessa, donde finalmente falleció.Poco más de un año después
que asesinaron a sus compinches, Manarelli fue detenido nuevamente, en abril de
1993. Lo capturaron tratando de huir a Iquitos con documentos falsificados.
Aquella vez lo acusaron del robo y asalto a la residencia de María Teresa
Normand viuda de Santos, en San Isidro, a la que le hurtó joyas valoradas en
900 mil dólares. Estuvo preso en Lurigancho por esa fechoría y se hizo un
recluso célebre: era el informal entrenador de Mario Broncano, por entonces
otro presidiario. El ex boxeador, ya convertido en un sórdido hampón, restituía
los empeños de su mentor sirviéndole de sigiloso guardaespaldas dentro de la
prisión.Casualidad de casualidades, en el robo estuvo involucrada Pamela Aninat
y su madre, Annabella Farfán. Ella trató de vender el botín y también fue
detenida. Lo turbio de toda esta situación fue que en las investigaciones por
la rapacería de las joyas, negó conocer a Calígula. Los detectives jamás le
creyeron tan grosera mentira, pues al haber sido enamorada del Chato debió
conocerlo perfectamente. Pero muerto De Romaña, su solo recuerdo intimidaba;
apenas dejó este mundo, se quedó sin amigos.***El 13 de febrero de 1992
Calígula y el Chato salieron del departamento del jirón Diez Canseco 561,
Miraflores, que pertenecía al primero, a eso de las 5 de la tarde. Iban con
dirección al Bembo's de San Isidro, uno de sus lugares predilectos, porque allí
no solo podían comer una de las mejores hamburguesas de Lima, sino porque
también les servía para lucirse ante el sector femenino de la clientela. Unas
horas antes habían alquilado un Toyota plateado de placa LQ-3023 en la empresa
VIP Rent a Car. Habituados al despilfarro, habían pagado 240 dólares por cuatro
días y dejado un depósito de 500 dólares más. La policía, frente a este
indicio, razonó que la pareja se preparaba para algo más que comer un sánguche,
pero nunca llegó a saber qué.Saliendo del departamento, a la altura del Paseo
de la República, se encontraron (él dijo que fortuitamente) con Horacio Puccio,
otro miembro ilustre del clan. Puccio iba en una moto y se detuvo un rato,
según le contó a la policía, a conversar de cosas sin importancia. Calígula,
según este testimonio, era el piloto del Toyota. Quedaron en verse en la noche,
en la discoteca Sexes, y cada quien partió por su lado. Nunca se sabrá si tan
matemático encuentro fue casual, como lo precisó Puccio, pues varios años
después murió en un pase de drogas.Para entonces, los destinos de Calígula y el
Chato ya estaban marcados. Quizá desde allí los siguió alguien que luego los
abordó y les cambió el rumbo hacia Cieneguilla. Tal vez hallaron en el camino a
algunos personajes desconocidos y decidieron dirigirse a otra parte, donde se
produjeron las detonaciones. La policía sospechó siempre que quien, o quienes,
dispararon eran conocidos suyos y que estaban en el asiento posterior del
Toyota. No hubo pelea alguna, sólo unos disparos sorpresivos.En el Bembo's se
iban a encontrar con Jano, con quien habían concertado una cita. Este, cuando
lo detuvo la policía, dijo que se había quedado dormido y que jamás acudió a la
sanguchería. La noche anterior habían estado todos juntos en el Grill del restaurante
Costa Verde, bebiendo y conversando con otros amigos. Jano recordó ante la
policía que también estaba un muchacho de apellido Prada, una muchacha
apellidada Santa María y el novio de esta última.Nunca se supo con certeza qué
ocurrió en el tramo que hay entre el departamento de Miraflores y la carretera
a Cieneguilla. Sólo había una certidumbre: el móvil del crimen no fue el robo.
Cuando hallaron muerto a Calígula, a las 7 de la noche de ese 13 de febrero,
tenía en sus bolsillos 400 dólares, su libreta electoral, su reloj y su cadena
de oro. Al lado había dos charcos de sangre, seis casquillos de bala calibre 38
y un tremendo misterio.A juicio de la policía, Jano sabía más de los que decía,
pues ocultó entonces muchos detalles y dejó demasiados cabos sueltos. Nunca
pudo explicar la razón del robo de las libretas en el departamento de Calígula,
ni por qué le hizo a Giulianna de Romaña la confidencia de la pérdida de su
revólver, del mismo calibre del arma con que mataron a su hermano y al Chato.
Contraviniendo esta coartada, los padres de Jano habían puesto una denuncia en
la delegación policial de Punta Hermosa, dando una versión distinta: que el
arma le fue robada a su hijo del interior de su vehículo el 16 de febrero.Para
añadir leña al fuego, la hermana y la madre de Calígula confesaron que antes
que este fuese asesinado, Jano lo había amenazado por teléfono. Sin embargo,
Betty Azalde viuda de De Romaña, la madre, también contó que era usual que su
hijo le comentara que mucha gente lo llamaba para amenazarlo, diciéndole
"te vamos a matar", "no vas a vivir". Fernando, sostenido
por su autosuficiencia y como era su costumbre, se reía de todo eso, y le
decía: "Mamá, el que no la debe no la teme". Eso, por supuesto, era
una temeridad suya, pues había mucha gente que hubiese dado media vida por
ponerle las manos al cuello.Incluso dentro de su familia tenía problemas. A
diferencia de su hermana Giulianna que lo adoraba, y a quien él protegía con
férreo celo, su hermano mayor Jorge no le dispensaba ciertamente un gran amor
fraternal. Paraban muy poco juntos y los del grupete de las discotecas tenían
entendido que mas bien lo toleraba con resignada paciencia, pues Calígula
solventaba los gastos de la familia.Al otro día del crimen, él fue quien le dio
la noticia a su madre, a las 6 de la mañana. La despertó y con sorna mal
disimulada le dijo: "A tu hijito lo han matado". Ella saltó como una
fiera y empujó a Jorge contra la pared, golpeándolo. Tras la mala nueva, Betty
Azalde tuvo que tomar un calmante y de allí se dirigió al velatorio de la
Iglesia Virgen del Pilar. El día 15 de febrero, ya en medio del escándalo,
enterraron a Fernando en los Jardines de la Paz. Pero él y el Chato no serían
los únicos en correr tan funesta suerte.***En torno a los tres amigos orbitaba
una constelación de muchachos viciosillos, pendencieros y aplicados amantes de
la juerga. Algunos fueron detenidos transitoriamente y otros tuvieron que
rendir sus testimonios para contribuir a desenredar la madeja, empresa que
resultó inútil. Como los dijes que brillan en ciertos trajes elegantes, a su
lado figuraba un bullicioso grupo de chicas con figura de modelos y apellidos
de abolengo. Todos eran parte de la decoración habitual de las
discotecas.Muchos siguieron la estela trágica de Calígula y el Chato, como
William Castillo, quien en una noche de juerga con Manarelli y otros badulaques
quiso ingresar a un departamento, en el piso 17 de un edificio miraflorino,
saturado de licor y muy pasado de droga, pero se precipitó al vacío, cayendo
sobre los fierros afilados de la reja de seguridad. Su cuerpo se despedazó
sobre la verja y quedó suspendido, como una mueca sangrienta y trágica de una
noche extrema.Otro de los personajes patéticos de esta zaga de droga y muerte
fue Horacio Puccio Bayona, amigo íntimo de Calígula y del Chato Domínguez
durante años, a quienes muchos consideraban la cuarta pata de la mesa del grupo
que integraban con Manarelli, y el último que los vio, horas antes de morir.
Como sus secuaces, se dedicaba con mucho entusiasmo a no hacer nada y a vivir
de los réditos de su fama de loverboy de alto vuelo. Solo cuando murió se supo
que también era un burrier.En 1993 la policía lo arrestó porque le hallaron
droga y un revólver Smith Wesson calibre 38, que muchos policías creyeron era
el arma homicida. Además le encontraron frascos vacíos de champú. Desesperado,
en sus declaraciones pretendió echarle la culpa del obvio tráfico de drogas a
un diplomático extranjero, cuyo nombre no se llegó a conocer. Curiosamente, dos
meses después de las investigaciones, y a pesar de las enormes sospechas que
recaían en él, salió libre.Puccio murió el 5 de mayo de 1999, cuando se le
reventaron en el estómago algunas de las 229 bolsitas de cocaína que trasladaba
en su cuerpo, hechas con dedos de guantes quirúrgicos. Estaba sentado en la
butaca de un avión que en unos minutos iba a partir hacia Miami. Antes de subir
a la aeronave en el aeropuerto Jorge Chávez bebió una gaseosa y la acidez de
los jugos gástricos dañó el empaque. A sus amigos les había dicho que ese sería
su último viaje y así fue.Otro miembro de la pandilla, menos publicitado, fue
Ernesto 'El Loco' Ramón. En 1999, cuando regresaba de Chaclacayo un mediodía,
la policía le hizo la señal de alto en la carretera. Como en el auto tenía un
cargamento considerable de marihuana y cocaína, no hizo caso. Se produjo un
tiroteo y como consecuencia de ello murió. Personas desconocidas, quizá amigos
suyos que sabían que acababa de hacer un provechoso pase de drogas, acudieron
inmediatamente a su casa, por el Deporcentro Casuarinas en Monterrico, y la
pararon de cabeza buscando el dinero producto del negocio.Como se ve, y
dándoles la contraria, la muerte les jugó la última trastada, poniéndole fin,
de sopetón, a la juerga.***Apenas la prensa se enteró del bárbaro crimen, se
sucedieron las especulaciones. Los círculos sociales por los que deambulaba
Calígula como un sultán disoluto se estremecieron. La primera conjetura fue que
habían sido asesinados por sicarios de alguna mafia de drogas, pues muy pronto
se descubrió que el negocio de la venta de autos era solo una excusa para
justificar los excesivos gastos de la pareja de amigos. También se sospechó de
algún padre o marido celoso, que había querido limpiar el honor burlado con
certeros balazos. O de algún karateca vapuleado por alguno de los dos amigos en
una pelea, y que había tramado su venganza de una manera más expeditiva. Las
discotecas de San Isidro y de las playas del sur hervían en comentarios
maledicientes.Para añadirle un dramatismo cinematográfico al asunto, en una
pared cercana al departamento de Fernando apareció un dibujo enigmático, en
notorias dimensiones. Era la imagen de un ángel con rostro femenino, junto a
una cruz y un revólver, que al pie tenía una enigmática inscripción: El Ángel
Vengador. Se especuló durante un tiempo que el boceto era una advertencia y una
pista a la vez, la misma que conduciría a los autores del crimen, confirmando
la tesis del padre o marido burlados que habían hecho terrenal justicia con sus
propias manos.Meses después del crimen, cuando fue apresado Luis Manarelli, el
misterio creció como un tumor maligno. Lo primero que hizo el detenido fue
aclarar que no estuvo en Lima el día de la muerte de sus amigos y que había
salido del país con destino al Ecuador, y posteriormente a España, siguiendo al
"amor de su vida" que lo había desairado. Después dijo que había
partido del Ecuador con rumbo a Chile, porque se había enterado que dos mujeres
habían viajado a ese país con el fin de matarlo, y que en Chile también había
sido perseguido. "Me ha amenazado de muerte El Ángel Vengador",
aseveró, melodramático.Su familia difundió la especie de que había gente que
quería enlodarlo, y hasta asesinarlo, para ocultar no sabían qué intereses,
tratando de insinuar que sería la misma que había ajusticiado a los dos amigos
en la carretera a Cieneguilla. Pero poco a poco fue apareciendo un hilo de la
confusa madeja. Manarelli también gastaba dinero como un potentado griego, pero
no tenía ocupación conocida. Su pasaporte ya no soportaba un sello más a causa
de la infinidad de viajes realizados a España, Bélgica, Luxemburgo, Holanda,
Francia, Chile y Ecuador.Curiosamente, Calígula también era un viajero
frecuente. Solo en 1990 había hecho siete viajes a España, Italia y los Estados
Unidos. El Chato Domínguez también había viajado a Brasil, España y
Norteamérica. La policía comenzó a atar cabos: eso no se parecía a inocentes
travesías de turismo sino a una banda de 'burriers'.De un momento a otro cayó
un personaje clave que llevaría a los detectives a las profundidades de la
ciénega en que se había convertido el caso. Un publicista adicto a la cocaína y
amigo del grupo, Daniel Antonio Figari Rouillón, al que conocían como
'Clorito", en clara alusión al clorhidrato de cocaína, confesó ser el
autor del dibujo de El Ángel Vengador. Presionado por la policía, admitió que
lo había hecho bajo los efectos del estupefaciente y los llevó a la casa de
otro amigo de la banda, que en una oportunidad le había vendido cinco gramos de
cocaína.Cuando la policía subió al edificio de la avenida 28 de Julio en
Miraflores, frente al hotel José Antonio, les abrió la puerta su sorprendido
propietario, un tipo de 35 años, algo mayor que los muchachos del grupo de
Calígula, que apenas superaban la veintena. Cuando ingresaron a la vivienda,
dentro hallaron residuos de droga y algunos videos de fiestas particulares,
donde aparecían De Romaña, Domínguez, Manarelli y él mismo, además de otros
personajes, como la inefable vedette Susy Díaz.Los detectives descubrieron
luego que el nuevo arrestado había estado detenido entre abril y julio de 1992,
poco tiempo después del crimen de los play boys miraflorinos, por habérsele
encontrado 20 gramos de cocaína, y que en ese momento se hallaba con libertad
provisional.Al momento de entrar a su vivienda, le preguntaron su nombre.
Entonces el tipo, tratando de disimular su nerviosismo, con la frente perlada
de un sudor frío, dijo en voz casi inaudible: soy Alejandro Gonzales Ramírez,
mis amigos me dicen Jano.***Cuando Jano entró esposado al patrullero que lo
esperaba en la puerta del edificio donde vivía, cierta turbiedad, cierto fango
acumulado en el fondo del pozo negro del doble crimen, se agitó, haciendo subir
las miasmas a la superficie. Ciertamente, él y Puccio fueron las mejores cartas
con las que contó la policía para resolver el caso, haciendo un full de ases.
Pero no pudo o no lo quiso hacer.La primera investigación que había realizado
apenas ocurrido el caso, extrañamente no dio ningún resultado. El caso se
habría quedado en la penumbra si no hubiese sido por la captura circunstancial
de Manarelli, cuando estaba esperando su avión para volar a Iquitos y de allí
fugar al Brasil. El arresto de Jano, por eso, era substancial.El grupete de las
discotecas murmuraba algo que formó parte de las conclusiones de la policía.
Que los cuatro de la pandilla -Calígula, el Chato, Manarelli, Puccio-
traficaban con droga, y que Jano era algo así como el factótum de la gavilla.
Que la forma como habían sido asesinados los dos amigos de la carretera a
Cieneguilla tenía todos los visos de ser un ajuste de cuentas. Jano, contra su
pretendida inocencia, estaba metido hasta las narices en asunto de drogas.
Ergo: él podría ser el padrino y quizá conociese a los implicados en el
asesinato.El nuevo detenido no era precisamente la joya de la familia. Quienes
lo frecuentaron sabían que era bisexual y que le gustaba dar fiestas en su
departamento donde se acoplaban el alcohol, la coca y el sexo sin fronteras. El
grupete comentaba que Jano, enfurecido con la pandilla que lo había 'cerrado'
con un pase de droga, había mandado ejecutarlos sumariamente. Por eso lo del
robo o pérdida de su arma, la desaparición de las libretas.Sin embargo, nada de
esto se le pudo probar. En un momento, incluso, aparecieron dos testigos que dijeron
haber visto a Jano bajar el cadáver del Chato del Toyota, pero todo quedó en
nada. Jano estuvo preso en el penal de Lurigancho, pero por tráfico de drogas.
Las pruebas fundamentales del crimen curiosamente 'se extraviaron'. Las balas
homicidas extraídas de los cuerpos de las víctimas durmieron por más de un año
en el cajón de una gaveta de la policía; cuando quisieron usarlas para realizar
determinadas pericias, eran solo pedazos de metal inútil.En su momento, Puccio
y Manarelli quisieron comprometer al padre de una las enamoradas de Calígula,
un respetable hombre de negocios que casi enloqueció cuando se percató de las
juntas de su hija. Se llamaba José Alberto Quiñones, su hija era María Lourdes,
y vivían en Rinconada del Lago. Tras ser enviada por su familia a Michigan para
alejarla de la mala hierba, ella volvió a Lima y perdió un bebe que había
concebido con el descarado mozalbete. Ante la policía, el empresario negó los
cargos, pero sí admitió su total aversión por De Romaña. No le faltaba razón.Al
final, todo volvió por donde había comenzado. Ningún sospechoso, ningún
implicado, ni una sola pista útil.Ahora, cada vez que Jano mira el mar desde su
casa en Los Pulpos, seguro se siente un sobreviviente, un monigote con la vida
prestada. Todos sabemos que la mafia no olvida nunca y que el silencio es el
mejor pasaporte para continuar en este mundo. Mientras tanto, en la calle, en
las discotecas de las playas del sur o de San Isidro, todavía se advierte el
perfume de los dos amigos asesinados, los ángeles de la perdición.
II. CRONOLOGÍA DEL CASO:
2.1.
El 13 de febrero de 1992, enrumbaron al Bembo`s pero , por circunstancias nunca
esclarecidas.
2.2. 8 de la mañana de un abochornado 14 de febrero de
1992. Calígula y el Chato eran, en esos momentos, dos cuerpos tendidos en la
morgue que la policía miraba con polar curiosidad de detectives.
2.3. ”. A
“Calígula” solo se le encontró su libreta electoral junto con 400 dólares, un
reloj, una cadena y el enigma de su asesino
2.4. Voy a entrar -dijo Jano, tras vacilar un momento. Tenía el
rostro pálido.En el departamento de Fernando estaban la madre y la hermana del
muchacho muerto, con una amiga del finado, Julia Valdivia Juárez. Jano entró
muy nervioso y saludó rápidamente a las mujeres. Luego se puso a revolver el
departamento, excitado. Giulianna Abuci, que había entrado detrás de Jano, vio
que buscaba algo en unas agendas y las tachaba enérgicamente. Se dio cuenta que
estaba borrando su nombre.De pronto, cogió dos libretas de apuntes, una con
tapa marrón, y se las guardó.
2.5.
Quince días después de su muerte ya la
prensa hablaba de la leyenda del “playboy” chantajista y su banda; y apareció
la primera hipótesis de su asesinato: “Romaña se dedicaba a la producción de
videos pornográficos, con la participación de jovencitas.
2.6. Veintinueve días después de su muerte, otra tesis
abría paso y pasado: el ajuste de cuentas por traficantes de drogas, porque se
comprobó que nunca vendieron un auto y “ni siquiera una bicicleta, a decir de
un alto oficial de la División de Homicidios”.
2.7. Cuatrocientos siete días después de su muerte fue
capturado Mannarelli cuando intentaba fugar con un pasaporte argentino
falsificado por el aeropuerto.
2.8. Cuatrocientos diez días después de su muerte un
familiar de Mannarelli advirtió: “Si lo llevan a la cárcel intentarán matarlo…
Algo grande que le es imposible revelar, porque su vida correría grave peligro,
guarda Luis”.
2.9. Cuatrocientos dieciocho días después de su muerte
un nuevo representante del Ministerio Público ordenó que se reabriera el
expediente y ofició a la División de Homicidios para que reanudaran las
investigaciones (un fiscal provincial había mandado archivar el caso hacía
nueve meses).
2.10. Cuatrocientos setenta y seis días después de su
muerte llegó a Lima María Elena Tagliabue —implicada en el clan “Calígula”,
supuesta pareja de Juan Carlos Domínguez— desde Miami para rendir su
manifestación de ley.
2.11. Quinientos setenta y nueve días después de su
muerte la policía capturó y puso a disposición del Ministerio Público a
Alejandro Gonzaless “Jano” como “presunto asesino” (se le encontraron 14 videos
en los que aparecían las víctimas) y quien luego sería acusado de pertenecer a
una red internacional de tráfico de drogas.
2.12. Quinientos ochenta y un días después de su muerte
se citan a seis personas que aparecen en los videos de fiestas de “Calígula”,
entre ellas el cómico Raúl Beryón, la dalina Mónica Santa María, su ex
enamorado Arturo Bayly y la vedette y luego congresista Susy Díaz; quien
declaró con música de cámaras: “Me amenazan de muerte por teléfono, por eso he
pedido garantías para mi vida”. Ese mismo día otra hipótesis circuló por las
redacciones: “Un karateca y un vendedor de pan se han convertido en piezas
importantes para la División de
Homicidios de la PNP”.
2.13. Seiscientos cinco días después de su muerte la policía detuvo a otro miembro del considerado clan de “burros”: Horacio Puccio Ballona, quien declaró a la fiscal Nancy Vargas que el crimen “se cometió porque “Calígula” y el “Chato” se apropiaron indebidamente de un lote de droga avaluado en unos 15 mil dólares”. Y el autor sería: “un ex diplomático de un país vecino”.
2.13. Seiscientos cinco días después de su muerte la policía detuvo a otro miembro del considerado clan de “burros”: Horacio Puccio Ballona, quien declaró a la fiscal Nancy Vargas que el crimen “se cometió porque “Calígula” y el “Chato” se apropiaron indebidamente de un lote de droga avaluado en unos 15 mil dólares”. Y el autor sería: “un ex diplomático de un país vecino”.
2.14. Puccio moriría el 6 de mayo de 1999, “cuando en
pleno vuelo algunos de los 229 envoltorios de jebe con clorhidrato de cocaína
(medio kilo) que llevaba en el estómago a Miami, Estados Unidos, se
reventaron”.
2.15 Mil noventa y cinco días después de su muerte, el 12 de abril de 1995, la primera Sala Penal absolvió a “Jano”, por falta de pruebas, y el caso volvió a fojas cero. Casi un año después Giuliana, la hermana de “Calígula”, fue detenida junto a presuntos miembros de una organización de narcotraficantes en Iquitos. Días después fue puesta en libertad.
2.16. Mil quinientos sesenta y cuatro días después de su muerte Luis Mannarelli salió libre del penal de Lurigancho, cumpliendo una condena por un robo millonario de joyas y no por tener algo que ver con el crimen de Fernando de Romaña.
2.17. Y a seis mil doscientos cuarenta y un días después de su muerte todavía el Caso “Calígula” es un crimen con final abierto.
2.15 Mil noventa y cinco días después de su muerte, el 12 de abril de 1995, la primera Sala Penal absolvió a “Jano”, por falta de pruebas, y el caso volvió a fojas cero. Casi un año después Giuliana, la hermana de “Calígula”, fue detenida junto a presuntos miembros de una organización de narcotraficantes en Iquitos. Días después fue puesta en libertad.
2.16. Mil quinientos sesenta y cuatro días después de su muerte Luis Mannarelli salió libre del penal de Lurigancho, cumpliendo una condena por un robo millonario de joyas y no por tener algo que ver con el crimen de Fernando de Romaña.
2.17. Y a seis mil doscientos cuarenta y un días después de su muerte todavía el Caso “Calígula” es un crimen con final abierto.
III. ARGUMENTO:
3.1. Argumento 1: Uno de los motivos del asesinato
fue porque Calígula estaba inmerso en un mundo de mafiosos , con
narcotraficantes y ladrones.
3.2. Argumento 2: La envidia la cual tenía las personas las cuales también se dedicaban al
mismo negocio de Calígula y por ende optaron en matarlo.
3.3. Argumento 3: Por la represarías las cuales tomaron los italianos a los cuales los estaban extorsionando por un video
pornográfico el cual grabaron con su hija.
3.4. Argumento 4: El ajuste de cuenta por tráfico de drogas.
IV. CONCLUSIONES:
4.1. En vista que extorsionaron a los italianos por el video de su hija y por
ello tomo represarías en contra de los dos acosadores.
4.2. En vista de que el quería chantajear al italiano el cual tenía mucha
influencia lo que hizo fue simplemente eliminarlos sin temor a nadie.
4.3. Esto se puede afirmar en vista de que Aun el italiano quiere el video
original de su hija , y por ende amenaza al hermano de Romaña, aun este muerto.
4.4. En conclusión después de la muerte de Romaña se le encontró con muchos
videos teniendo relaciones con varias víctimas y entre uno de ellos el de los
italianos.
V. ANEXOS
5.1. Anexo 01:
5.2. Anexo 02:
5.3.Anexo 03:
5.4.Anexo 04:
VI. BIBLIOGRAFÍA
6.1. www.youtube.com/watch?v=m54PjTRRV0o
6.2. ojo.pe/ojo/nota.php?t=detienen-a-uno-del-clan-caligula.
6.3. peru21.pe/noticias-de-clan-caligula-60845?href=nota_tag
6.4. elcomercio.pe/tag/411132/clan-caligula
6.5. frankoshow.blogspot.com/2009/01/el-clan-caligula.html
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